Los días perdidos de Amon [Fanfic Participativo]

Aún recuerdo el día que llegué a ciudad república… La ciudad de la que mi padre siempre nos habló a mí y a mi hermano cuando éramos niños… Como pensé, era repugnante…
¿Había pasado dos años huyendo sólo para esto? Una enorme masa de cimiento en la que los no-maestros trabajaban duro solo para que los maestros les trataran como a perros…
Lance, en cambio, tuvo una reacción muy diferente al verlo. En cuanto abrieron las puertas del camión y todos los niños y jóvenes vimos la luz, él sonrió. Pero yo sabía que no podíamos confiar en lo que la chusma que nos trajo aquí dijera. Nada más salir comenzamos a trabajar en aquella fábrica infernal. Era un trabajo duro y agotador, pero yo había sido entrenado para resistir dolor y fatiga. Lance en cambio usó otro tipo de fuerza  para resistir: la voluntad. Siempre mirando al futuro, siempre con esperanza. Siempre esperando que alguien vendría y nos liberaría a todos. Por entonces yo había perdido cualquier esperanza en aquella ciudad…
Un día llegó el gran jefe a visitar la fábrica. Venía vestido con un traje rojo, y con aires de nobleza. Justamente la clase de personas que odio. En la espalda llevaba el símbolo del Triple Tormento. El hombre nos vio trabajar como esclavos y lo único que pidió a sus lugartenientes es que aceleraran el proceso. Nos ordenaron ir más rápido, pero uno de los miembros más joven no pudo con ello y cayó al suelo.
El jefe ordenó que le castigaran. Un maestro del fuego lo levantó y comenzó a azotar con un látigo de fuego. Estuve a punto de usar mis habilidades para detenerle, pero me había prometido a mí mismo no hacerlo jamás, e iba a cumplir mi promesa.
Entonces fue cuando vi cómo Lance cargaba contra el maestro, deteniéndole. En su ayuda, otros dos maestros aparecieron y trataron de atrapar al pobre chico, pero este se valió de dos varas de metal para defenderse, hasta que el jefe le lanzó un rayo que le electrocutó, dejándole inconsciente. Tras eso se lo llevaron lejos de allí. Y fue la última vez que supe de Lance en años.
Él no me conoció demasiado, pero me marcó profundamente. Me dio esperanza. Esa misma noche robé unas cuantas frutas y huí de aquel lugar para comenzar una nueva vida.
Me senté a ver la estatua del Avatar Aang. Por primera vez en muchos años, tuve un sueño. Un sueño en el que habría una ciudad donde todos fuéramos… iguales…

Al fin, tras tantos años de dolor, dudas y redención. Tenía una motivación, un objetivo, un sueño…  Debía luchar por un mundo en el que los no-maestros tuvieran las mismas posibilidades que un maestro. Pero era consciente de que las mafias y el gobierno no lo permitirían. Debía hacerlo por mi cuenta, yo solo, cómo todo lo que he hecho en mi vida.
Nadie sospechaba que el chico sin nombre que trabajaba en la tienda de productos tecnológicos era un maestro de la sangre. A veces hasta a mí me costaba creerlo… Si quería un mundo libre necesitaría gente que me apoyara, pero jamás por medio de la violencia. No quería reducirme al nivel de esos repugnantes maestros…
Y entonces… le encontré. Dos maestros estaban echándole de un restaurante caro, por algún motivo. Tenía el pelo negro y un bigote alargado en forma de perilla. Si no me hubiera acercado a ayudarle jamás habría distinguido aquellos peculiares ojos claros. Por fuera había cambiado, pero tenía la mirada de aquel chico que soñaba con un mundo mejor, el mismo que no tuvo miedo de enfrentarse a un maestro para ayudar a los de su clase. Él no me reconoció, pero yo reconocí a Lance en cuanto le ayudé a levantarse. Le dije que podría encontrar un albergue en el puerto, y esa noche me puse la máscara y fui a verle en persona.
-Eres exactamente el  tipo de hombre que busco. –le dije, entrando en aquel almacén.
-¿¡Q-quien eres tú!? –preguntó con miedo e inseguridad.
-Yo soy alguien como tú. Un soñador que busca un mundo donde todos seamos iguales en derechos y privilegios. Un mundo en el que los maestros no opriman a las clases bajas… Yo soy la solución.
-Mira, no sé qué tipo de mafia es la tuya, pero no pienso meterme en más problemas.
-No hablamos de algo tan burdo como una mafia… hablamos de algo mayor. Desde hace décadas, los maestros han provocado guerras en las que sangre inocente de no-maestros se ha derramado, solo por los caprichos de aquellos que usan su poder contra nosotros. Y ahora que no hay guerra, se han unido para oprimirnos. Pero yo digo que no tiene porqué ser así. La evolución nos hace más fuertes, la tecnología puede ser nuestro instrumento… Yo te invito a que te unas a mí. Juntos nos haremos más fuertes, nos defenderemos de los maestros opresores. Juntos podemos conseguir un mundo más justo. –Lance no contestó, así que continué– Mañana a las 7 en la tienda de productos Sato del casco antiguo. Eres libre de venir o no.
Y sin más, me fui. No dudé ni un solo segundo. Al día siguiente llegó puntualmente a la hora acordada. Le revelé las salas ocultas del almacén dónde podíamos esconder lo que quisiéramos. Trabajamos juntos, codo con codo. Se convirtió en el nuevo encargado de la tienda, con tal de que no tuviera que revelarme al público. Poco a poco la máscara y yo empezamos a convertirnos en uno solo.
Pasaron años de nuestra alianza. Estábamos listos para la acción. Gracias a Hiroshi las voces Igualistas empezaron a difundirse. Más gente como nosotros hablaba sobre el misterioso enmascarado “Amon” en las calles. Lance se convirtió en mi Teniente. Mi socio. Y pese a su comportamiento serio, decidido y callado, yo seguí viéndolo como aquel niño soñador que una vez me ofreció un trozo de pan en el Reino de la Tierra…
Desde aquel día hasta el último, mi leal Teniente sería mi único amigo. Gracias al Avatar eso cambió. Y ahora las tornas han cambiado. ¿Por qué tuvo que echarlo todo a perder? Mi padre, mi hermano, y ahora yo. Prometí que terminaría con el Avatar. Y eso haré.