Visitando al señor del fuego

El ambiente podía sentirse húmedo y fresco mientras se caminaba por los pasillos del gran palacio, con los brazos cruzados, conectados debajo de las mangas de su típica vestimenta. Con paso semi-lento, el viejo Dragón del Oeste, caminaba hacía aquel lugar dónde se encontraba el gran trono del señor del fuego, aquel que por derecho le pertenecía, pero sin interés alguno había dejado que su hermano menor tomase, tras la misteriosa partida de su padre.

Las actitudes en la vida dicen mucho de una persona, quizás la vejez es algo que afecta al viejo Dragón del Oeste, o simplemente todo cambió en él, cuando fuese al mundo espiritual y conviviese con los legendarios dragones, para luego matar al último de estos.

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Desinteresado de toda la política y con mucho respeto de su propia nación, había decidido tener una vida más sencilla, libre de estrés y dedicaría su vida a proteger y conocer las demás culturas, cosas sencillas llenaban su espíritu... sin embargo, nada de esto podría patrocinar sus viajes si no se ponía a trabajar para conseguir dinero. Este era quizá el motivo de su visita al gran señor del fuego, necesitaba una suma importante de dinero para poder continuar con sus viajes por el mundo y continuar en su búsqueda del avatar; quizá lograse encontrarlo antes que su hermano y pudiese cambiar el destino del mundo.

— Buen día, ¿se encuentra el gran señor del fuego?.. — Diría a la guardia real, que se encontraba frente a la puerta principal del trono; aquel era el cuerpo regordete y ya con muchas arrugas de aquel quien en algún momento fuese el más temido de los generales de la nación del fuego. No obstante debajo de toda aquella aparente fragilidad, se encontraba un hombre cuyo poder era quizás mucho mayor al del propio señor del fuego... Ese viejo y cansado rostro, arrugado por la mañana, se vería interrumpido por una gran sonrisa hacía los guardias, tras haber soltado aquellas palabras de buena intención y preguntar por el señor del fuego.