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Dos duros elementos [peque y Allana]
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Dos duros elementos [peque y Allana]
El sol asomaba sus rayos por entre las nubes. ¡Qué desperdicio de día! Un lugar tan bonito como el lago LoGai y no poder disfrutar de sus aguas cristalinas y su verde hierba por la desaparición del sol. Aún así, por lo que parecía, el gran astro luchaba por salir adelante. Era como si supiese que una maestra Fuego Control requería de su presencia. Pero, ni por asomo, se me ocurría la idea de hacer uso de mi elemento estando en territorio del Reino Tierra. Quizás no hubiera gente pero nunca faltaban los espías o soplones. No tenía intención de que me relacionaran con las barbaridades que hacía mi Nación.
Suspiré, descalzándome para poder sentir el agua fría en mis pies. Bendito elemento, quien saciaba la sed, formaba parte de nuestro organismo y nos daba confort. ¿Qué haríamos sin ella? Quizás, en esencia, quedarnos sin maestros Agua Control y sin curanderos.
Sentada en el suelo, jugueteaba con las corta hierba mientras movía las piernas dentro del agua.
Era tranquilo... y lo agradecía. Hacía apenas un año, jamás podría haber dicho que algún día tendría tranquilidad. Pero, también, hacía un año, aún conservaba a mi familia... bueno, lo que quedaba de ella.
Una familia destruida por el poder y la avaricia... ¡qué típico en la Nación del Fuego! No odiaba mi hogar, al fin y al cabo, eso era: mi hogar. Por mucho que pasara, seguía siendo el lugar donde me había criado y enseñado a manejar mi elemento natural.
Levanté el rostro, pudiendo sentir como los rayos del sol se abrían camino hacia mis poros.
No había ninguna corriente de aire, por lo que podía oír todos lo suaves sonidos que había a mi alrededor. Silencio igual a soledad.
Eso me hizo caer en una dura y cruel pero realidad afirmación: hacía mucho tiempo que no conocía a nadie. Pero tampoco me había esmerado en hacerlo, ya que me había centrado en tapar mi rastro de la Nación del Fuego: había comprado ropa del Reino Tierra con el poco dinero que tenía y había intentado aprender cómo actuaban o sus costumbres. Sabía que se notaba que no era de por aquí pero, al menos, nadie caía en la cuenta de mi real nacionalidad. Además, mi aspecto -inusual en mi hogar- era totalmente normal en este reino: ojos verdes, rasgos delicados pero duros a la vez...
Todavía moviendo las piernas dentro del agua, pude sentir como algunas ramas se rompían detrás de mí. Alguien caminaba hacia el lago... hacia mí.
Suspiré, descalzándome para poder sentir el agua fría en mis pies. Bendito elemento, quien saciaba la sed, formaba parte de nuestro organismo y nos daba confort. ¿Qué haríamos sin ella? Quizás, en esencia, quedarnos sin maestros Agua Control y sin curanderos.
Sentada en el suelo, jugueteaba con las corta hierba mientras movía las piernas dentro del agua.
Era tranquilo... y lo agradecía. Hacía apenas un año, jamás podría haber dicho que algún día tendría tranquilidad. Pero, también, hacía un año, aún conservaba a mi familia... bueno, lo que quedaba de ella.
Una familia destruida por el poder y la avaricia... ¡qué típico en la Nación del Fuego! No odiaba mi hogar, al fin y al cabo, eso era: mi hogar. Por mucho que pasara, seguía siendo el lugar donde me había criado y enseñado a manejar mi elemento natural.
Levanté el rostro, pudiendo sentir como los rayos del sol se abrían camino hacia mis poros.
No había ninguna corriente de aire, por lo que podía oír todos lo suaves sonidos que había a mi alrededor. Silencio igual a soledad.
Eso me hizo caer en una dura y cruel pero realidad afirmación: hacía mucho tiempo que no conocía a nadie. Pero tampoco me había esmerado en hacerlo, ya que me había centrado en tapar mi rastro de la Nación del Fuego: había comprado ropa del Reino Tierra con el poco dinero que tenía y había intentado aprender cómo actuaban o sus costumbres. Sabía que se notaba que no era de por aquí pero, al menos, nadie caía en la cuenta de mi real nacionalidad. Además, mi aspecto -inusual en mi hogar- era totalmente normal en este reino: ojos verdes, rasgos delicados pero duros a la vez...
Todavía moviendo las piernas dentro del agua, pude sentir como algunas ramas se rompían detrás de mí. Alguien caminaba hacia el lago... hacia mí.
Allana- Aspirante a un maestro
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Localización : Nación del Fuego
Re: Dos duros elementos [peque y Allana]
Correr. Eso es lo único que pienso en este momento. Mis nervios aumentan y puedo sentir como la adrenalina sube y baja rápidamente por mi cuerpo. Nunca me imagine que una manzana me traería tantos problemas, estaba hambrienta y no tenía dinero… que mas podría haber hecho? Lamentablemente robar no era “legal” en estos tiempos, era algo que seguramente iba a traerte varios problemas y más cuando las personas que vigilan el perímetro son los Dai Li. Esos hombres son plaga en esta ciudad, lo peor es que no tiene piedad de nada ni de nadie y para mi mala suerte me están alcanzando. Era apenas la tarde y ya me había metido en grandes problemas.
Corrí lo más rápido que pude durante un largo periodo hasta que llegue cerca del lago LaoGai y sus alrededores. Me desvié del camino para intentar despistar a mis perseguidores, metiéndome en un pequeño bosque de por allí. Camine en dirección donde creía que se encontraba el gran lago, algunas ramas tapaban mi camino y con un simple movimiento las quite para así poder llegar a las costas. Ya con la vista mas clara y sin ninguna planta en mi rostro pude notar a una mujer sentada en la orilla del lugar. No le preste mucha atención, ya había visto a mucha gente y la verdad era que una persona mas no me afectaba en lo mas mínimo, asique solamente le dedique una mirada y seguí mi camino. En medio de mi carrera pude divisar unas enormes rocas a unos metros y corrí con todas mis fuerzas hasta ellas para esconderme. Asomaba mi cabeza de vez en cuando para intentar ver si aquellos hombres seguían buscándome, pero lo único que alcanzaba a observar era aquella extraña mujer que seguía haciendo lo suyo como si nada hubiera pasado, pero de un momento a otro esas vibraciones de nuevo- Que acaso no se cansan nunca?- La ley es realmente fastidiosa. Le eche una mirada una vez al lugar y ahí estaban, aquellos que se hacían llamar los “guardianes” de la ciudad de Ba Sing Se hablando con la mujer, rece a todos los espíritus para que no me noten, sinceramente la idea de que descubran que ando por mi cuenta y me laven el cerebro o me lleven de vuelta a la prisión (mi casa) no me agrada para nada.
-Ya que, tendré que pelear…- pensé dispuesta a hacerlo sin queja alguna, al fin y al cabo amaba hacer esto… pero creo que hable muy temprano. Ahora las vibraciones apuradas se dirigían en dirección contraria a donde yo me encontraba- Acaso aquella mujer oculto mi estancia?- pues si realmente ocurrió así, debería ir a agradecerle por más que lo deteste.
Corrí lo más rápido que pude durante un largo periodo hasta que llegue cerca del lago LaoGai y sus alrededores. Me desvié del camino para intentar despistar a mis perseguidores, metiéndome en un pequeño bosque de por allí. Camine en dirección donde creía que se encontraba el gran lago, algunas ramas tapaban mi camino y con un simple movimiento las quite para así poder llegar a las costas. Ya con la vista mas clara y sin ninguna planta en mi rostro pude notar a una mujer sentada en la orilla del lugar. No le preste mucha atención, ya había visto a mucha gente y la verdad era que una persona mas no me afectaba en lo mas mínimo, asique solamente le dedique una mirada y seguí mi camino. En medio de mi carrera pude divisar unas enormes rocas a unos metros y corrí con todas mis fuerzas hasta ellas para esconderme. Asomaba mi cabeza de vez en cuando para intentar ver si aquellos hombres seguían buscándome, pero lo único que alcanzaba a observar era aquella extraña mujer que seguía haciendo lo suyo como si nada hubiera pasado, pero de un momento a otro esas vibraciones de nuevo- Que acaso no se cansan nunca?- La ley es realmente fastidiosa. Le eche una mirada una vez al lugar y ahí estaban, aquellos que se hacían llamar los “guardianes” de la ciudad de Ba Sing Se hablando con la mujer, rece a todos los espíritus para que no me noten, sinceramente la idea de que descubran que ando por mi cuenta y me laven el cerebro o me lleven de vuelta a la prisión (mi casa) no me agrada para nada.
-Ya que, tendré que pelear…- pensé dispuesta a hacerlo sin queja alguna, al fin y al cabo amaba hacer esto… pero creo que hable muy temprano. Ahora las vibraciones apuradas se dirigían en dirección contraria a donde yo me encontraba- Acaso aquella mujer oculto mi estancia?- pues si realmente ocurrió así, debería ir a agradecerle por más que lo deteste.
Re: Dos duros elementos [peque y Allana]
Las ramas crujían fuertemente cada vez que aquel individuo se acercaba a mí... al lago. Parecía estar corriendo..., ¿vendría a atacarme? ¿Serían de la Nación del Fuego o del Reino Tierra? Cualquier otra persona, maestro o no, se habría puesto en guardia pero yo no. No deseaba la lucha, aunque si aparecían por entre los árboles no permitiría que me llevaran de nuevo a la Nación del Fuego... y mucho menos dejar que me maten literalmente. No deseaba hacer daño a nadie, por eso me había marchado de mi hogar, pero tampoco dejaría que me lo hicieran a mí.
Pero, instintivamente, por cada rama que se rompía detrás de mí, un ardiente calor surgía de mi cuerpo. Sabía que significaba: estaba en tensión, lista para atacar. Aún así, me contuve de ponerme de pie y encender una llama. Sabía que no sería conveniente, fueran a atacarme o no. Pero retuve aquel calor en mi cuerpo, dispuesta a levantarme de un salto. Mientras tanto, me valía de mi oído para poder saber a cuánta distancia estaban de mí.
De pronto, las ramas dejaron de crujir y las hojas dejaron de soltarse de sus plantas. Fuera quien fuese, se había detenido... detrás de mí.
Con tensa tranquilidad, giré la cabeza para encontrarme con una niña de no más de 13 o 14 años que parecía apresurada. ¿Qué había ocurrido? De pronto, me picó la curiosidad. En su rostro estaba pintado el real cuadro de la tensión y de la independencia. Aunque parecía tener problemas, también se veía que podía valerse sola.
Por eso, no dije nada y volví a girar la cabeza para concentrarme en el lago. No era asunto mío y yo no era quien para meterme en problemas ajenos.
Seguí moviendo mis piernas en el agua pero, de reojo, pude ver como aquella niña se escondía detrás de unas grandes rocas en la linde del bosque.
De repente, las ramas volvieron a crujir. La única diferencia era que esta vez, se rompían por decenas y segundos. Era un grupo de personas.
“Esto empieza a ser un problema grande” pensé, preocupada.
Si eran guardias de Ba Sing Se, debía tener mucho cuidado. Aquellos buitres se enteraban de todo, y podían enterarse que una chica de una antigua alta familia de la Nación del Fuego había huido de su hogar tras perder su honor y gran parte de su familia.
Aquellos conocimientos no serían favorables para mí. Y, además, parecía haber un odio grupal a la Nación del Fuego. Una cólera tan intensa que podía unir a los pueblos más enemigos solo para combatir un mal común. Además de tener la inexplicable manía de meternos todos en el mismo saco.
Suspiré. ¿Cuántas personas serían? Ya con dos guardias que combatieran contra mí, sería un duelo difícil, y si se unía aquella niña...
De pronto, cuatro hombres con aspecto de guardia entraron en escena. Me puse más tensa, sintiendo el calor aflorar en mi interior.
Con paso rápido, se acercaron a mí. Ni siquiera me digné a quitar mis piernas del agua, pero sí que quité las manos de la hierba y me las coloqué en el regazo.
- Señorita, ¿ha visto a una niña por aquí?
- ¿Por qué lo pregunta? - pregunté amablemente, con voz jovial.
- Es una delincuente. Ha robado varias manazas en el mercado de Ba Sign Se y, aunque hemos recuperado gran parte, debe ser encarcelada por su delito.
- No, lo siento, no la he visto – hice una pausa, como si estuviera pensando -. Pero he oído algo yendo muy rápido hacia el este. Eran como ramas rompiéndose al paso de alguien.
- De acuerdo, gracias por su colaboración – dijo uno de ellos, casi con voz monótona y programada.
Con el mismo ritmo rápido con que entraron, se marcharon en dirección contraria a donde se escondía la niña.
“Así que robo, ¿eh?” pensé, alzando una ceja.
Estando en guerra, la gente se seguía preocupando de cosas tan simples como un simple robo quizás impulsado por el hambre. Suspiré con fuerza. Algunas veces no podía creer como este mundo se había vuelto patas arriba.
Con mi tensión desaparecida tras ese suspiro, volví a colocar mis manos en la hierba para arrancarla.
- ¡Ya puedes salir, pequeña! - grité, con la mirada fija en el agua y sin levantar la cabeza -. Se han ido por el este. Estás segura.
Pero, instintivamente, por cada rama que se rompía detrás de mí, un ardiente calor surgía de mi cuerpo. Sabía que significaba: estaba en tensión, lista para atacar. Aún así, me contuve de ponerme de pie y encender una llama. Sabía que no sería conveniente, fueran a atacarme o no. Pero retuve aquel calor en mi cuerpo, dispuesta a levantarme de un salto. Mientras tanto, me valía de mi oído para poder saber a cuánta distancia estaban de mí.
De pronto, las ramas dejaron de crujir y las hojas dejaron de soltarse de sus plantas. Fuera quien fuese, se había detenido... detrás de mí.
Con tensa tranquilidad, giré la cabeza para encontrarme con una niña de no más de 13 o 14 años que parecía apresurada. ¿Qué había ocurrido? De pronto, me picó la curiosidad. En su rostro estaba pintado el real cuadro de la tensión y de la independencia. Aunque parecía tener problemas, también se veía que podía valerse sola.
Por eso, no dije nada y volví a girar la cabeza para concentrarme en el lago. No era asunto mío y yo no era quien para meterme en problemas ajenos.
Seguí moviendo mis piernas en el agua pero, de reojo, pude ver como aquella niña se escondía detrás de unas grandes rocas en la linde del bosque.
De repente, las ramas volvieron a crujir. La única diferencia era que esta vez, se rompían por decenas y segundos. Era un grupo de personas.
“Esto empieza a ser un problema grande” pensé, preocupada.
Si eran guardias de Ba Sing Se, debía tener mucho cuidado. Aquellos buitres se enteraban de todo, y podían enterarse que una chica de una antigua alta familia de la Nación del Fuego había huido de su hogar tras perder su honor y gran parte de su familia.
Aquellos conocimientos no serían favorables para mí. Y, además, parecía haber un odio grupal a la Nación del Fuego. Una cólera tan intensa que podía unir a los pueblos más enemigos solo para combatir un mal común. Además de tener la inexplicable manía de meternos todos en el mismo saco.
Suspiré. ¿Cuántas personas serían? Ya con dos guardias que combatieran contra mí, sería un duelo difícil, y si se unía aquella niña...
De pronto, cuatro hombres con aspecto de guardia entraron en escena. Me puse más tensa, sintiendo el calor aflorar en mi interior.
Con paso rápido, se acercaron a mí. Ni siquiera me digné a quitar mis piernas del agua, pero sí que quité las manos de la hierba y me las coloqué en el regazo.
- Señorita, ¿ha visto a una niña por aquí?
- ¿Por qué lo pregunta? - pregunté amablemente, con voz jovial.
- Es una delincuente. Ha robado varias manazas en el mercado de Ba Sign Se y, aunque hemos recuperado gran parte, debe ser encarcelada por su delito.
- No, lo siento, no la he visto – hice una pausa, como si estuviera pensando -. Pero he oído algo yendo muy rápido hacia el este. Eran como ramas rompiéndose al paso de alguien.
- De acuerdo, gracias por su colaboración – dijo uno de ellos, casi con voz monótona y programada.
Con el mismo ritmo rápido con que entraron, se marcharon en dirección contraria a donde se escondía la niña.
“Así que robo, ¿eh?” pensé, alzando una ceja.
Estando en guerra, la gente se seguía preocupando de cosas tan simples como un simple robo quizás impulsado por el hambre. Suspiré con fuerza. Algunas veces no podía creer como este mundo se había vuelto patas arriba.
Con mi tensión desaparecida tras ese suspiro, volví a colocar mis manos en la hierba para arrancarla.
- ¡Ya puedes salir, pequeña! - grité, con la mirada fija en el agua y sin levantar la cabeza -. Se han ido por el este. Estás segura.
Allana- Aspirante a un maestro
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Localización : Nación del Fuego
Re: Dos duros elementos [peque y Allana]
Desaparecieron, de un momento a otro los hombres ya no estaban, se habían ido y yo me encontraba a salvo.
Escuchaba una voz que me llamaba a lo lejos: aquella mujer, la que me había ocultado, aun se encontraba ahí con sus piernas en el agua y mirando fijamente el paisaje. Salí con varias dudas de mi escondite y me dirigí hacia ella. La verdad me había hecho un favor, no quería otro inconveniente, como en Omashu que caí en las garras de un guardia demente y ella me había ahorrado el tema. Por más rebelde que fuera, algo me decía que debía agradecerle, aunque intentaba olvidar todos los ridículos modales que mis padres me impusieron. Lo único que espero en este momento es que no quiera atacarme, nadie sabe qué es lo que puede pasar.
-Gracias- dije mientras llegaba a su lado dirigiéndole la mirada.
Luego de un pequeño silencio, respondió a mis palabras.
-No deberías robar niña…- aun seguía con su mirada al horizonte. Me quede pensativa, realmente no pensaba prestarle atención a las palabras de una extraña y menos una que me decía que hacer, simplemente no le prestare atención. En mi silencio comencé a analizarla detalladamente, algo era distinto definitivamente no era de estas zonas.
-Tú no eres de por aquí, verdad?- mi curiosidad salió a flote, como siempre, pero algo que no hago nunca es guardarme mis comentarios, por más molestos, atrevidos e insoportables que fuesen.
-No creo que eso sea de tu incumbencia- por fin había quitado su mirada del agua y la dirigía hacia mi.- Porqué preguntas?-
Observe sus ojos, su mirada traía esas sensación de fortaleza y madurez, pero a la vez era la mirada de una persona atormentada que había sufrido en un pasado no muy lejano. Se había ganado mi completa curiosidad.
-Solo es una pregunta, no tienes la apariencia de ser de por aquí…- respondí mirando aun mas sus ojos. Con esto, notaba que se ponía bastante incómoda parecía como si estuviera ocultando algo y eso podría usarlo para mi beneficio.
-Lo siento pequeña, pero te equivocas… he vivido plácidamente durante mucho tiempo aquí en el Reino Tierra…- mentía. Solo si supiera que puedo sentir sus vibraciones no tendría por qué engañarme, pero me divertiré un rato y la atrapare con las manos en la masa.
-Bien, entonces debo de haberme equivocado… lo siento mucho- acto seguido hice una pequeña reverencia y comencé a caminar a paso lento mientras la miraba de reojo, intentando ver si estaba distraída. Luego note que volvía a dirigir su mirada al horizonte… Bingo! Me prepare, di media vuelta y con un movimiento repentino logre que una gran roca se dirigiera a ella. Sabía que ocultaba algo y para mi razón ella destrozo aquella gran roca con lo que parecía ser… fuego?
-Lo sabia! Tú no eres de aquí… eres maestra fuego- exclame realmente feliz por mi nuevo descubrimiento y más aun por haber tenido la razón.
Ella no dijo nada, solo dio un suspiro agotador.
Escuchaba una voz que me llamaba a lo lejos: aquella mujer, la que me había ocultado, aun se encontraba ahí con sus piernas en el agua y mirando fijamente el paisaje. Salí con varias dudas de mi escondite y me dirigí hacia ella. La verdad me había hecho un favor, no quería otro inconveniente, como en Omashu que caí en las garras de un guardia demente y ella me había ahorrado el tema. Por más rebelde que fuera, algo me decía que debía agradecerle, aunque intentaba olvidar todos los ridículos modales que mis padres me impusieron. Lo único que espero en este momento es que no quiera atacarme, nadie sabe qué es lo que puede pasar.
-Gracias- dije mientras llegaba a su lado dirigiéndole la mirada.
Luego de un pequeño silencio, respondió a mis palabras.
-No deberías robar niña…- aun seguía con su mirada al horizonte. Me quede pensativa, realmente no pensaba prestarle atención a las palabras de una extraña y menos una que me decía que hacer, simplemente no le prestare atención. En mi silencio comencé a analizarla detalladamente, algo era distinto definitivamente no era de estas zonas.
-Tú no eres de por aquí, verdad?- mi curiosidad salió a flote, como siempre, pero algo que no hago nunca es guardarme mis comentarios, por más molestos, atrevidos e insoportables que fuesen.
-No creo que eso sea de tu incumbencia- por fin había quitado su mirada del agua y la dirigía hacia mi.- Porqué preguntas?-
Observe sus ojos, su mirada traía esas sensación de fortaleza y madurez, pero a la vez era la mirada de una persona atormentada que había sufrido en un pasado no muy lejano. Se había ganado mi completa curiosidad.
-Solo es una pregunta, no tienes la apariencia de ser de por aquí…- respondí mirando aun mas sus ojos. Con esto, notaba que se ponía bastante incómoda parecía como si estuviera ocultando algo y eso podría usarlo para mi beneficio.
-Lo siento pequeña, pero te equivocas… he vivido plácidamente durante mucho tiempo aquí en el Reino Tierra…- mentía. Solo si supiera que puedo sentir sus vibraciones no tendría por qué engañarme, pero me divertiré un rato y la atrapare con las manos en la masa.
-Bien, entonces debo de haberme equivocado… lo siento mucho- acto seguido hice una pequeña reverencia y comencé a caminar a paso lento mientras la miraba de reojo, intentando ver si estaba distraída. Luego note que volvía a dirigir su mirada al horizonte… Bingo! Me prepare, di media vuelta y con un movimiento repentino logre que una gran roca se dirigiera a ella. Sabía que ocultaba algo y para mi razón ella destrozo aquella gran roca con lo que parecía ser… fuego?
-Lo sabia! Tú no eres de aquí… eres maestra fuego- exclame realmente feliz por mi nuevo descubrimiento y más aun por haber tenido la razón.
Ella no dijo nada, solo dio un suspiro agotador.
- Spoiler:
- OFF:
Técnica usada:
Lanzar grandes Rocas:
Dando un golpe en el suelo puede generar que se desprenda una enorme roca la cual se puede usar como un proyectil letal.
Costo: -20 Chi
Rango: Aprendiz
Estadística:
Satamina: + 2550
Chi: + 2100–20= 2080
Velocidad: 500
Fuerza: 400
Resistencia: 500
Re: Dos duros elementos [peque y Allana]
La niña tardó un poco en salir de su escondite, y yo esperé pacientemente.
Cuando lo hizo, pude oír como su joven voz me daba las gracias por haberla ayudado. Pero yo no estaba del todo convencida. Era un delito muy simple, robar por hambre, pero seguía siendo un delito. Al mismo tiempo, sabía perfectamente porqué la había ayudado: no era la única que había robado alguna vez.
En mis primeros meses de huida, me las había tenido que arreglar para sobrevivir de forma rápida y fácil. Pero, tras un encontronazo con la policía, me di verdadera cuenta que estaba mal: había robado a gente que se esforzaba en su trabajo y no tenían ninguna culpa. Había sido mala, había actuado sin sentimientos. Por eso, dejé todo aquello e intenté ser honrada comenzando a trabajar en un pequeño hotel. Cuando había conseguido dinero suficiente para sobrevivir bien, me había marchado. Ningún lugar era seguro para mí.
Pronto, salí de mis ensoñaciones cuando sentí como algo de viento se había notar en el lago. Mi expresión no había cambiado desde aquella tranquila ausencia mirando al paisaje. Era un de las muy pocas cosas que agradecía a mi padre: enseñarme a ocultarme... a ocultar mis sentimientos y pensamientos cuando fuera necesario.
De repente, la voz de la niña cortó el silencio como una daga de hielo. Y contesté con la misma rapidez. Aunque había dejado el tema en blanco, quería saber el porqué de su pregunta. No tenía pinta de ser una espía, y mucho menos que la enviara alguien conocido o incluso mi padre.
Esta vez, sí moví mi cabeza para enfrentarla a los ojos. Sus ojos verdes chocaron con mi ojos verdes-grisáceos como dos bloques de hielo.
Su respuesta afloró segundos más tarde, lo que me incomodó. No tenía aspecto a la Nación del Fuego, ni tampoco al Reino Tierra. Y eso, aunque fuera una ayuda para esconderme, me hacía sentir mal. Yo no era el típico estereotipo de chica adolescente de la Nación del Fuego: pelo negro, ojos ámbar, fuerte carácter competitivo... Yo era diferente, pero no sabía si para bien o para mal.
Aún así, respondí de forma tranquila. Era lo que más me caracterizaba, y no iba a dejar que una simple duda de identidad me imposibilitara ser como era:
- Lo siento mucho, pequeña, pero te equivocas... he vivido plácidamente durante mucho tiempo aquí, en el Reino Tierra.
Si con mucho tiempo me refería a 1 año...
La niña se disculpó, pero había algo en ella... había algo que no pintaba bien. Era como una disculpa cargada de diversión... perversa diversión.
En cuanto se hubo dado la vuelta, me levanté de un salto. No me fiaba un pelo de ella, por lo que debía prepararme para cualquier cosa.
El calor no había desaparecido, todavía estaba concentrado en todo mi cuerpo, listo para saltar a la acción. Pero yo no tenía intención de atacar..., si ella no lo hacía primero.
Pero, aún así, pude notar que me vigilaba. No lo sabía con certeza, era un instinto. Por eso, aunque me había levantado de un salto, fingí recoger mis cosas y distraerme con el paisaje.
De pronto, una gran roca se dirigió directamente hacia mí. Casi sin pensarlo, mi calor se convirtió en fuego, pulverizando aquella roca.
Momento después, pude oír la exclamación feliz de la niña. Suspiré, agotada. No por el ataque, sino por lo que conllevaba ser una maestra Fuego Control en aquellos tiempos y que me descubrieran.
- ¿Por lo que hiciste, pequeña? - pregunté, posicionándome entre los escombros -. ¿Qué ganas con descubrir que soy una maestra Fuego? - hice una pausa -. No te subestimaré pero, recuerda que hay unos cuatro guardias por aquí cerca buscando una ladrona Tierra Control no ha una maestra Fuego Control. Y, si nos encuentran a los dos luchando, no ganaríamos nada... es más, lo perderíamos todo: tú, tu libertad y yo mi camuflaje para intentar llevar una vida tranquila.
Dándole un voto de confianza, relajé mi postura de ataque. Quería saber su respuesta, no era ningún juego, era la pura verdad. Si luchábamos, había muchas posibilidades de perder todo lo que teníamos.
Cuando lo hizo, pude oír como su joven voz me daba las gracias por haberla ayudado. Pero yo no estaba del todo convencida. Era un delito muy simple, robar por hambre, pero seguía siendo un delito. Al mismo tiempo, sabía perfectamente porqué la había ayudado: no era la única que había robado alguna vez.
En mis primeros meses de huida, me las había tenido que arreglar para sobrevivir de forma rápida y fácil. Pero, tras un encontronazo con la policía, me di verdadera cuenta que estaba mal: había robado a gente que se esforzaba en su trabajo y no tenían ninguna culpa. Había sido mala, había actuado sin sentimientos. Por eso, dejé todo aquello e intenté ser honrada comenzando a trabajar en un pequeño hotel. Cuando había conseguido dinero suficiente para sobrevivir bien, me había marchado. Ningún lugar era seguro para mí.
Pronto, salí de mis ensoñaciones cuando sentí como algo de viento se había notar en el lago. Mi expresión no había cambiado desde aquella tranquila ausencia mirando al paisaje. Era un de las muy pocas cosas que agradecía a mi padre: enseñarme a ocultarme... a ocultar mis sentimientos y pensamientos cuando fuera necesario.
De repente, la voz de la niña cortó el silencio como una daga de hielo. Y contesté con la misma rapidez. Aunque había dejado el tema en blanco, quería saber el porqué de su pregunta. No tenía pinta de ser una espía, y mucho menos que la enviara alguien conocido o incluso mi padre.
Esta vez, sí moví mi cabeza para enfrentarla a los ojos. Sus ojos verdes chocaron con mi ojos verdes-grisáceos como dos bloques de hielo.
Su respuesta afloró segundos más tarde, lo que me incomodó. No tenía aspecto a la Nación del Fuego, ni tampoco al Reino Tierra. Y eso, aunque fuera una ayuda para esconderme, me hacía sentir mal. Yo no era el típico estereotipo de chica adolescente de la Nación del Fuego: pelo negro, ojos ámbar, fuerte carácter competitivo... Yo era diferente, pero no sabía si para bien o para mal.
Aún así, respondí de forma tranquila. Era lo que más me caracterizaba, y no iba a dejar que una simple duda de identidad me imposibilitara ser como era:
- Lo siento mucho, pequeña, pero te equivocas... he vivido plácidamente durante mucho tiempo aquí, en el Reino Tierra.
Si con mucho tiempo me refería a 1 año...
La niña se disculpó, pero había algo en ella... había algo que no pintaba bien. Era como una disculpa cargada de diversión... perversa diversión.
En cuanto se hubo dado la vuelta, me levanté de un salto. No me fiaba un pelo de ella, por lo que debía prepararme para cualquier cosa.
El calor no había desaparecido, todavía estaba concentrado en todo mi cuerpo, listo para saltar a la acción. Pero yo no tenía intención de atacar..., si ella no lo hacía primero.
Pero, aún así, pude notar que me vigilaba. No lo sabía con certeza, era un instinto. Por eso, aunque me había levantado de un salto, fingí recoger mis cosas y distraerme con el paisaje.
De pronto, una gran roca se dirigió directamente hacia mí. Casi sin pensarlo, mi calor se convirtió en fuego, pulverizando aquella roca.
Momento después, pude oír la exclamación feliz de la niña. Suspiré, agotada. No por el ataque, sino por lo que conllevaba ser una maestra Fuego Control en aquellos tiempos y que me descubrieran.
- ¿Por lo que hiciste, pequeña? - pregunté, posicionándome entre los escombros -. ¿Qué ganas con descubrir que soy una maestra Fuego? - hice una pausa -. No te subestimaré pero, recuerda que hay unos cuatro guardias por aquí cerca buscando una ladrona Tierra Control no ha una maestra Fuego Control. Y, si nos encuentran a los dos luchando, no ganaríamos nada... es más, lo perderíamos todo: tú, tu libertad y yo mi camuflaje para intentar llevar una vida tranquila.
Dándole un voto de confianza, relajé mi postura de ataque. Quería saber su respuesta, no era ningún juego, era la pura verdad. Si luchábamos, había muchas posibilidades de perder todo lo que teníamos.
- Spoiler:
- OFF
Habilidades usadas:
Bola de fuego:
El usuario genera combustion y moldea el fuego de manera circular, esta tecnica puede ser utilizada para ataques a corta distancia.
Costo: - 20 Chi por Bola de Fuego
Rango: Aprendiz
Estadísticas:
Stamina: +1900
Chi: +1200 -20 = 1180
Velocidad: 200
Fuerza: 200
Resistencia: 500
Allana- Aspirante a un maestro
- Mensajes : 45
Yuans(人民幣) : 63
Localización : Nación del Fuego
Re: Dos duros elementos [peque y Allana]
Dudas, dudas y más dudas. El sentimiento que invadía mi cabeza: la inseguridad.
La mujer de mirada color verde tenía un punto, uno muy clave. Realmente no quería volver a mi casa, que me casen con cualquiera y ser el resto de mi vida infeliz… Si, esa era una de las muchas razones por la cual hui de mi hogar, mis padres planeaban casarme con el hijo de una familia muy adinerada de la zona, así podrían alcanzar a los que ellos llamaban “grandeza y poder” ¡Pero que cruel! Con tan solo 13 años ya pensaban en un matrimonio…Y qué hay de mis sentimientos? Mi opinión al respecto. Para ellos, solo soy un plan, un símbolo para conseguir dinero. Aun no logro comprender en cómo alguien puede tratar de esa manera a un hijo… a mí.
Debía tener mucho cuidado con esta mujer, no creo que ser atrapada por los Dai Li sea lo mejor en este momento, aunque si yo fuera ella también tendría cuidado: Descubrí que era Maestra Fuego y, que yo sepa, ellos no eran bienvenidos en el Reino Tierra. Si llega a hablar, pues creo que seremos compañeras de celada.
Era verdad lo que decía, sin embargo apenas la conocía, todavía no me había ganado su confianza y ella tampoco la mía. No sé porque me tensaba al estar a su lado, nunca antes había estado frente a una persona con tanta paciencia (podrá decirse), seriedad y control. Siempre las personas que están a mi lado desean acribillarme al instante, en cambio ella me hablaba tranquilamente.
Pienso que sería una buena compañía, pero algo me decía que yo, seguro seria un estorbo en su camino… últimamente me parecía que estar completamente sola e ir a la deriva de pueblo en pueblo era realmente relajante y me sentía feliz, ya que nada o nadie podía decirme que hacer. Por otro lado a veces me sentía sola, era deprimente… además necesitaba dinero y nadie confiaba en que una niña pueda hacer bien un trabajo.
Tal vez viajar con alguien no sería tan aburrido, es más, hasta puede llegar a agradarme. He tenido varios problemas y tengo la extraña tendencia de causar problemas a cualquier lugar que vaya… era mi manera de divertirme, pero a veces debía limitarme, al menos si no quería pasar el resto de mi vida en prisión.
-No te negare que tienes un buen punto- dije relajándome al ver que ella hacia lo mismo… comenzaba a entrar en confianza. Me detube un momento y suspiré, ambas nos quedamos en silencio, en uno muy incómodo, el cual decidí romper con una pregunta que vagaba mi cabeza- Y... dime, ¿tu también andas sola?
La mujer de mirada color verde tenía un punto, uno muy clave. Realmente no quería volver a mi casa, que me casen con cualquiera y ser el resto de mi vida infeliz… Si, esa era una de las muchas razones por la cual hui de mi hogar, mis padres planeaban casarme con el hijo de una familia muy adinerada de la zona, así podrían alcanzar a los que ellos llamaban “grandeza y poder” ¡Pero que cruel! Con tan solo 13 años ya pensaban en un matrimonio…Y qué hay de mis sentimientos? Mi opinión al respecto. Para ellos, solo soy un plan, un símbolo para conseguir dinero. Aun no logro comprender en cómo alguien puede tratar de esa manera a un hijo… a mí.
Debía tener mucho cuidado con esta mujer, no creo que ser atrapada por los Dai Li sea lo mejor en este momento, aunque si yo fuera ella también tendría cuidado: Descubrí que era Maestra Fuego y, que yo sepa, ellos no eran bienvenidos en el Reino Tierra. Si llega a hablar, pues creo que seremos compañeras de celada.
Era verdad lo que decía, sin embargo apenas la conocía, todavía no me había ganado su confianza y ella tampoco la mía. No sé porque me tensaba al estar a su lado, nunca antes había estado frente a una persona con tanta paciencia (podrá decirse), seriedad y control. Siempre las personas que están a mi lado desean acribillarme al instante, en cambio ella me hablaba tranquilamente.
Pienso que sería una buena compañía, pero algo me decía que yo, seguro seria un estorbo en su camino… últimamente me parecía que estar completamente sola e ir a la deriva de pueblo en pueblo era realmente relajante y me sentía feliz, ya que nada o nadie podía decirme que hacer. Por otro lado a veces me sentía sola, era deprimente… además necesitaba dinero y nadie confiaba en que una niña pueda hacer bien un trabajo.
Tal vez viajar con alguien no sería tan aburrido, es más, hasta puede llegar a agradarme. He tenido varios problemas y tengo la extraña tendencia de causar problemas a cualquier lugar que vaya… era mi manera de divertirme, pero a veces debía limitarme, al menos si no quería pasar el resto de mi vida en prisión.
-No te negare que tienes un buen punto- dije relajándome al ver que ella hacia lo mismo… comenzaba a entrar en confianza. Me detube un momento y suspiré, ambas nos quedamos en silencio, en uno muy incómodo, el cual decidí romper con una pregunta que vagaba mi cabeza- Y... dime, ¿tu también andas sola?
Re: Dos duros elementos [peque y Allana]
La niña se quedó en silencio, parecía intentar encontrar algo que decir para desmentir todas las cartas que yo había dado la vuelta. Parecía buscar algo que decir para que pareciera que yo no tenía razón... pero no lo encontró. Yo había dicho la pura verdad, y la verdad jamás puede corrompida. Puede ser escondida y maleable, pero siempre será descubierta.
Esto era algo que me había dado cuenta con el paso del tiempo. Por eso, siempre estaba sola. Al menos, con los No Maestros. Siempre evitaba a los Maestro Control, ya que sabía que me metería en un gran lío si hacía el más mínimo movimiento de Control sospechoso.
Aún así, la soledad no era mi amiga. Aunque fuera necesaria, no me gustaba. Aunque sabía que no podía volver a la Nación del Fuego, ya que mi padre me encontraría y lo más probable es que tuviera que enfrentarme contra él a un Agni Kai.
De pronto, mi mente vagó hasta el pasado. Viajó hasta muchos años atrás, cuando todavía era una niña y mi familia estaba unida. Pero no lo suficientemente lejos...
Recordaba con total claridad el momento en que me despedí de mi hermano para marcharse a la guerra. Recordaba mirarle a los ojos y suplicarle que volviera sano y salvo... pero jamás volvió. Sí, para todos era un gran honor servir a su país pero, a la tierna edad que tenía yo en aquel momento, no comprendía porqué tuvo que ir.
Pero el tiempo sigue su curso... y tuvo que llegar hasta el momento en que mi padre perdió el juicio.
Todavía podía recordar sus ojos que emanaban fuego. Podía sentir en carne viva sus dolorosos reproches con fuego. Instintivamente, me toqué los brazos. Incluso a través de la ropa, podía sentir las finas líneas blancas que explicaban mi pasado. Aquellas cicatrices que reflejaban el dolor soportado, la miseria sufrida y el calvario atravesado.
Tan lento como el agua pasiva, mi mente volvió a la realidad. Volví a tiempo de escuchar su pregunta.
¿Yo también andaba sola? Sí, lo hacía, más por necesidad que por gusto. Cualquiera podía soportarme, ya que podía mantener la boca cerrada y pasar desapercibida, pero tenía miedo se agarrada por los Dai Li. Si me cogían, podía morir o volver a la Nación del Fuego, no sabía qué era peor.
Pero, si tanto miedo tenía -el cual no me había parado a pensar hasta ahora-, ¿por qué había protegido a aquella niña? La verdad, no tenía ni idea pero por algo lo había hecho. ¿Por qué no descubrirlo?
-Sí, lo estoy – me encogí de hombros -, pero más por necesidad que por gusto.
La miré a los ojos, ¿acaso me estaba proponiendo viajar con ella?
De pronto, oí algo... no muy lejos de nosotras. ¡Los guardias!
“Deben de haber oído o sentido los ataques!” pensé, dándome cuenta.
-No hay tiempo para decidir, pequeña – rápida como el rayo, cogí mi bolsa y me la colgué -. Si queremos seguir siendo libres será mejor que nos vayamos... juntas.
Mi voz era seria, pero no autoritaria. Ni fría ni asustada, era apresurada.
Con movimientos rápidos eché a caminar, pero me detuve a pocos metros de la niña para insistir.
-¿Vienes o no? - dije girando mi cuerpo mientras estaba parada -. Son cuatro Dai Li, no lo intentes. No lo conseguirás.
Insistí porque, tras ver el numerito que me había obligado a montar con su ayuda, no era difícil adivinar que era una chica problemática y que le iba los problemas. Y, si se enfrentaba a ellos, terminaría mal... y algo me decía que acabaría siendo arrastrada por ella a la luchar y, por consiguiente, cogida por los guardias.
Esto era algo que me había dado cuenta con el paso del tiempo. Por eso, siempre estaba sola. Al menos, con los No Maestros. Siempre evitaba a los Maestro Control, ya que sabía que me metería en un gran lío si hacía el más mínimo movimiento de Control sospechoso.
Aún así, la soledad no era mi amiga. Aunque fuera necesaria, no me gustaba. Aunque sabía que no podía volver a la Nación del Fuego, ya que mi padre me encontraría y lo más probable es que tuviera que enfrentarme contra él a un Agni Kai.
De pronto, mi mente vagó hasta el pasado. Viajó hasta muchos años atrás, cuando todavía era una niña y mi familia estaba unida. Pero no lo suficientemente lejos...
Recordaba con total claridad el momento en que me despedí de mi hermano para marcharse a la guerra. Recordaba mirarle a los ojos y suplicarle que volviera sano y salvo... pero jamás volvió. Sí, para todos era un gran honor servir a su país pero, a la tierna edad que tenía yo en aquel momento, no comprendía porqué tuvo que ir.
Pero el tiempo sigue su curso... y tuvo que llegar hasta el momento en que mi padre perdió el juicio.
Todavía podía recordar sus ojos que emanaban fuego. Podía sentir en carne viva sus dolorosos reproches con fuego. Instintivamente, me toqué los brazos. Incluso a través de la ropa, podía sentir las finas líneas blancas que explicaban mi pasado. Aquellas cicatrices que reflejaban el dolor soportado, la miseria sufrida y el calvario atravesado.
Tan lento como el agua pasiva, mi mente volvió a la realidad. Volví a tiempo de escuchar su pregunta.
¿Yo también andaba sola? Sí, lo hacía, más por necesidad que por gusto. Cualquiera podía soportarme, ya que podía mantener la boca cerrada y pasar desapercibida, pero tenía miedo se agarrada por los Dai Li. Si me cogían, podía morir o volver a la Nación del Fuego, no sabía qué era peor.
Pero, si tanto miedo tenía -el cual no me había parado a pensar hasta ahora-, ¿por qué había protegido a aquella niña? La verdad, no tenía ni idea pero por algo lo había hecho. ¿Por qué no descubrirlo?
-Sí, lo estoy – me encogí de hombros -, pero más por necesidad que por gusto.
La miré a los ojos, ¿acaso me estaba proponiendo viajar con ella?
De pronto, oí algo... no muy lejos de nosotras. ¡Los guardias!
“Deben de haber oído o sentido los ataques!” pensé, dándome cuenta.
-No hay tiempo para decidir, pequeña – rápida como el rayo, cogí mi bolsa y me la colgué -. Si queremos seguir siendo libres será mejor que nos vayamos... juntas.
Mi voz era seria, pero no autoritaria. Ni fría ni asustada, era apresurada.
Con movimientos rápidos eché a caminar, pero me detuve a pocos metros de la niña para insistir.
-¿Vienes o no? - dije girando mi cuerpo mientras estaba parada -. Son cuatro Dai Li, no lo intentes. No lo conseguirás.
Insistí porque, tras ver el numerito que me había obligado a montar con su ayuda, no era difícil adivinar que era una chica problemática y que le iba los problemas. Y, si se enfrentaba a ellos, terminaría mal... y algo me decía que acabaría siendo arrastrada por ella a la luchar y, por consiguiente, cogida por los guardias.
Allana- Aspirante a un maestro
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Re: Dos duros elementos [peque y Allana]
Algo me decía que la mujer que tenía en frente de mis ojos era una persona “atormentada”. Parecía tener un pasado no muy alegre, su expresión era seria, parecía sumirse en pensamientos cada vez que preguntaba algo.
Aguarde por su respuesta, logre notar como cambiaba de expresión cada segundo para luego llevarse sus manos a los brazos… -“acaso está herida?”-. Era extraño e inquietante, siempre tengo la tendencia de examinar a las personas que me rodean y al verla a ella un escalofrío recorre mi espalda. No dudo que tal vez sea una buena persona, es más, lo reconozco, pero aun así no logro descifrar su personalidad. Sus vibraciones no me dicen nada y eso me molesta, parece tener un gran autocontrol, nunca antes he lidiado con alguien así…-“que hare?”-. Luego, por fin logre oír su respuesta: “más por conveniencia que por gusto”… -“y eso? Qué significa?”-. Definitivamente éramos muy diferentes: Según sus palabras, su soledad era por conveniencia. Mi sentido común me indicaba que tal vez esa “conveniencia” era a causa de un problema… no lo sé. Por el otro lado mi soledad venia por el camino del gusto y también el capricho de la libertad (si, lo acepto). Las reglas y la alta sociedad no eran para mí y está más que claro que no entran en mis gustos.
Me quede en silencio, analizando su extraña respuesta intentando buscar un porque a esa “conveniencia”. Aunque no logre concentrarme lo suficiente. El suelo comenzó a moverse muy suavemente, lograba sentir unas vibraciones no muy lejos, eran apuradas y parecían estar corriendo, también sentía que eran más de una persona. Luego logre oír gritos, gritos de hombre que reconocí en milésima de segundo… -“Los Dai Li! Que acaso no se habían marchado? Seguramente descubrieron la farsa.”- Mi cerebro comenzó a trabajar a toda velocidad, pero primero debía advertirle a la mujer, aunque cuando alcé mi rostro ella ya tenía sus cosas encima lista para marcharse… Valla que era rápida.
Iba a comentarle lo que sucedía pero me robo las palabas de la boca. Ahora me decía que no había tiempo, debíamos viajar juntas si queríamos nuestra pacífica y gloriosa libertad. Por mi parte, no iba sugerir eso pero no me pareció mala idea, tal vez el enfrentarlos causaría un desastre y empeoraría las cosas. Debemos huir.
Respondí a su pregunta con un leve movimiento de cabeza acompañado de una de mis miradas más firmes, para luego comenzar a correr junto a ella. Tomamos el primer camino que logramos divisar. Corríamos lo más rápido que nuestras piernas nos lo permitían. Ninguna palabra se cruzaba, solo oía mi respiración jadeante acompañada de la suya a unos metros a la derecha.
Decidí mirar hacia atrás para asegurarme de donde era la ubicación de aquellos hombres, me sorprendí al verlos tan cerca, a tan solo unos veinte metros de nosotras. Mi primera idea fue la de atacarlos pero si lo hacía desperdiciaría tiempo y fuerza, no era conveniente. Me limite a seguir corriendo pero esta vez con más fuerza.
Ya estaba exhausta y mi acompañante también se veía cansada, debíamos hacer otra cosa no podemos correr por siempre. Ya con el cansancio invadiendo mi cuerpo y con falta de aire, logre divisar unos arbustos a lo lejos… -“Si no podemos correr, tal vez podremos escondernos”-.
-Por allí!- grite señalando el lugar. Mire a la mujer que estaba a mi lado indicándole con un gesto de mano que me siga hasta aquel lugar.
Llegamos detrás de aquellos arbustos más rápido de lo pensado. Ella, al estar ya detrás de las plantas, simplemente se arrodillo agachando su cabeza, mientras que yo, tan torpe como siempre, me encontraba tirada sobre el suelo intentando de verme lo menos posible. Ahora las vibraciones se sienten cada vez más cerca, se están acercando. Esperamos en silencio a que los guardias pasaran y no lograran notarnos, y para nuestra suerte así sucedió. Ni siquiera se tomaron la molestia de examinar el lugar, simplemente siguieron con su apurada carrera en busca de un blanco que ya no se encontraba a su alcance.
Suspiramos aliviadas mientras intentábamos normalizar nuestra respiración, terminado esto, el silencio gobernó una vez más asiendo que ambas cruzáramos miradas.
-Y bien? Que haremos ahora?- pregunte intentando matar el silencio más incómodo de la historia.
Aguarde por su respuesta, logre notar como cambiaba de expresión cada segundo para luego llevarse sus manos a los brazos… -“acaso está herida?”-. Era extraño e inquietante, siempre tengo la tendencia de examinar a las personas que me rodean y al verla a ella un escalofrío recorre mi espalda. No dudo que tal vez sea una buena persona, es más, lo reconozco, pero aun así no logro descifrar su personalidad. Sus vibraciones no me dicen nada y eso me molesta, parece tener un gran autocontrol, nunca antes he lidiado con alguien así…-“que hare?”-. Luego, por fin logre oír su respuesta: “más por conveniencia que por gusto”… -“y eso? Qué significa?”-. Definitivamente éramos muy diferentes: Según sus palabras, su soledad era por conveniencia. Mi sentido común me indicaba que tal vez esa “conveniencia” era a causa de un problema… no lo sé. Por el otro lado mi soledad venia por el camino del gusto y también el capricho de la libertad (si, lo acepto). Las reglas y la alta sociedad no eran para mí y está más que claro que no entran en mis gustos.
Me quede en silencio, analizando su extraña respuesta intentando buscar un porque a esa “conveniencia”. Aunque no logre concentrarme lo suficiente. El suelo comenzó a moverse muy suavemente, lograba sentir unas vibraciones no muy lejos, eran apuradas y parecían estar corriendo, también sentía que eran más de una persona. Luego logre oír gritos, gritos de hombre que reconocí en milésima de segundo… -“Los Dai Li! Que acaso no se habían marchado? Seguramente descubrieron la farsa.”- Mi cerebro comenzó a trabajar a toda velocidad, pero primero debía advertirle a la mujer, aunque cuando alcé mi rostro ella ya tenía sus cosas encima lista para marcharse… Valla que era rápida.
Iba a comentarle lo que sucedía pero me robo las palabas de la boca. Ahora me decía que no había tiempo, debíamos viajar juntas si queríamos nuestra pacífica y gloriosa libertad. Por mi parte, no iba sugerir eso pero no me pareció mala idea, tal vez el enfrentarlos causaría un desastre y empeoraría las cosas. Debemos huir.
Respondí a su pregunta con un leve movimiento de cabeza acompañado de una de mis miradas más firmes, para luego comenzar a correr junto a ella. Tomamos el primer camino que logramos divisar. Corríamos lo más rápido que nuestras piernas nos lo permitían. Ninguna palabra se cruzaba, solo oía mi respiración jadeante acompañada de la suya a unos metros a la derecha.
Decidí mirar hacia atrás para asegurarme de donde era la ubicación de aquellos hombres, me sorprendí al verlos tan cerca, a tan solo unos veinte metros de nosotras. Mi primera idea fue la de atacarlos pero si lo hacía desperdiciaría tiempo y fuerza, no era conveniente. Me limite a seguir corriendo pero esta vez con más fuerza.
Ya estaba exhausta y mi acompañante también se veía cansada, debíamos hacer otra cosa no podemos correr por siempre. Ya con el cansancio invadiendo mi cuerpo y con falta de aire, logre divisar unos arbustos a lo lejos… -“Si no podemos correr, tal vez podremos escondernos”-.
-Por allí!- grite señalando el lugar. Mire a la mujer que estaba a mi lado indicándole con un gesto de mano que me siga hasta aquel lugar.
Llegamos detrás de aquellos arbustos más rápido de lo pensado. Ella, al estar ya detrás de las plantas, simplemente se arrodillo agachando su cabeza, mientras que yo, tan torpe como siempre, me encontraba tirada sobre el suelo intentando de verme lo menos posible. Ahora las vibraciones se sienten cada vez más cerca, se están acercando. Esperamos en silencio a que los guardias pasaran y no lograran notarnos, y para nuestra suerte así sucedió. Ni siquiera se tomaron la molestia de examinar el lugar, simplemente siguieron con su apurada carrera en busca de un blanco que ya no se encontraba a su alcance.
Suspiramos aliviadas mientras intentábamos normalizar nuestra respiración, terminado esto, el silencio gobernó una vez más asiendo que ambas cruzáramos miradas.
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